domingo, 23 de noviembre de 2008

Tiempo


Cuando somos niños el tiempo no existe, media hora, quince minutos; para un niño pueden ser cifras de la eternidad.
Pero llega un momento en nuestra vida que el tiempo nos alcanza.
Una determinada edad en que nos encontramos con el tiempo, nos vemos sujetos a él y desde ese momento obligados a contar con él.
Pero existe otra edad en que las horas quedan inmóviles, suspendidas en el aire, puras, etéreas sin pasar. Es el momento en que decidimos que nuestra vejez sea útil y tiramos de los recuerdos.
Yo recuerdo un rincón del patio de mi casa natal, a solas sentada sobre la húmeda tierra, gozando de esa fresca penumbra.
El jazmín colgaba blanco, como velo de novia y las hojas de un verde oscuro brillante se enredaban en mis cabellos. Era medio día, calor sofocante, zumbaban a mi alrededor las abejas y los moscardones y yo allí, en el absoluto silencio estival, los ojos abiertos, embriagada por el dulce olor del jazmín;...he visto al tiempo inmóvil, suspendido en el aire.
No escuchaba voces, pero sabía que las había.
-¡Negritaaaaa!!!
Mi madre tenía una hermosa voz potente, imperativa, brillante.
-No quiero escucharla, no quiero escucharla, no quiero...
Vino hacia mí.
-Es que estás sorda, chiquilla? ve al Almacén de Don Pedro y compra media docena de huevos, ¡vamos!
Y se marchó.
Sacudí mis faldas y a por los huevos.
Don Pedro era un almacenero bonachón y sonriente y muy habilidoso en el arte de envolver la mercancía. El paquete que me entregó con los huevos era perfecto. Me quedé mirando el papel de periódico con el que envolvió los huevos.
Era la hoja con la historieta (comic) diaria.
Caminaba de regreso a casa siguiendo con la vista los dibujos.
Crucé la calle, el calor del asfalto traspasaba mis zapatillas de suela de goma. Apuré el paso y de pronto...¡plaffs!, el paquete se escurrió de mis manos.
Y ante mí surgió la maravilla: seis perfectos soles emergieron del asfalto hirviendo.
Una pequeña parte del papel quedó en mi mano, el resto se alejaba dando tumbos.
Miré hacia ambos lados, no había nadie en la calle.
Solo yo y los seis hermosos soles amarillos y blancos.

3 comentarios:

Marina dijo...

bueno... qué bien!! Ha vuelto!!! La relatora de historias está aquí, en Madrid!!! Me alegro que hayas puesto de nuevo en marcha la creatividad en este espacio... es que ayer estabas un poquito pánfila..!!! jaja!!! Muy bonita la anécdota y la forma.
Nos vemos!

Beatriz dijo...

¡Pánfila! tu madre, chinita atrevida. ¿Leiste la casaun besito y gracias por el comentario
mamá

Carolina y Laura dijo...

Ay!!! primero me entró una tristeza y sentí que se repetía la historia del jazmín con Caty y después me reí de la tragedia... pobrecita!!! y lo imagino... pero ahora que dijo su mamá?!!! como resolvio el problema?.
Besos
Caro